INFORME SOBRE LA CLASE
TEORÍAS Y ENFOQUES EPISTEMOLÓGICOS EN EL MARCO DE LA ESPECIALIZACIÓN EN PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA DE LA UCO.
UN INTENTO.
DOCENTE: MAGISTER JUAN PABLO SUÁREZ de la U de A
ESTUDIANTE: FABIÁN ALONSO PÉREZ RAMÍREZ
REFLEXIONES EN EXCURSO
APROXIMACIONES A LAS CONVERSACIONES EN CLASE SOBRE LA PEDAGOGÍA, SÓLO ESO.
La clase inició con unas preguntas orientadoras, que generaron un ambiente propicio para la reflexión entorno a los elementos conceptuales que determinan desde nuestros saberes –el grupo de compañeros de la Especialización- el meollo, de… ¿Cuál es el objeto de estudio de la Pedagogía? ¿Si está delimitado? ¿La Pedagogía es una Ciencia? O ¿Una Disciplina Científica? O ¿Un Saber? Y por ende, las implicaciones teóricas, de orden conceptual y metodológico, de estas consideraciones, pues, no cabe duda que aunque en ocasiones se nos presente la dicotomía entre realidad y teoría, también es cierto que ocurre, aquello de que ciertas ideas sobre la Pedagogía, la Didáctica, entre otros aspectos como la evaluación, son causas que determinan de una u otra manera, nuestras prácticas pedagógicas.
Así pues y antes de cualquier esfuerzo intempestivo por resolver estas preguntas fundamentales y fundantes para una Epistemología de la Pedagogía, vale la pena recordar que también se abre la discusión sobre el oficio del Maestro, su Profesionalización en la actualidad, las nociones de Maestro que tienen los diferentes actores sociales y a la par nosotros mismos, para la reconfiguración de nuestra identidad, nuestro rol y el destino del trasegar educativo que tiembla en nuestras manos.
Entonces en aquello que llamamos educación, se cruzan un sin número de fuerzas que fluctúan: los procesos de aprendizaje (los Psicologismos), los de la enseñanza (las Didácticas), los modelos organizacionales, lo legal, la administración educativa y el Currículum (entendido no sólo como el plan de estudios o la comprensión formalizada desde la ley 115, sino más bien, asumido como la posibilidad abierta de reflexión sistemática de los saberes, bienes y valores de la cultura.)
Ahora mismo oteo las páginas escritas con tinta negra y pulsión nerviosa que expulsé en la punta del lapicero agobiado –y también agradecido- por el trato temperamental ofrecido en mis reflexiones mientras ordeno el pensamiento, amalgama de ideas, intuiciones y búsquedas.
Lo del Excurso no es gratuito, es más bien una expresión en el argot de los insaciables buscadores de un lenguaje capaz de hacer visible lo invisible, lo innombrable, aquello que ocurre en la recurrencia de los ejercicios intelectuales que acompañados del humo, el café, los diálogos interminables y cortados por la velocidad feroz de nuestras responsabilidades, quedan siempre finalmente inconclusos, llenos de hallazgos y de secretos por develar. A demás, es la aproximación real a –no sólo la decantación y organización de lo que se quiere decir en este ejercicio, de acuerdo con la vivencia de la clase, sino que también quiero expresar paralelamente la génesis del texto, escenarios en la intimidad que subyace en la construcción de este escrito, aquellas cosas no dichas en la gestación del informe de una clase, en las vivencias que lo acompañan; por eso, lo del Excurso y no sólo lo del discurso organizado según una lógica de la presentación, del formalismo estudiantil frente a un profesor y de sus formatos.
La Pedagogía como saberes abiertos, como escenarios sociales, como reflejo de lo social a través de las experiencias que permean la idiosincrasia, las expresiones reales de una comunidad, de unas familias, de unos sujetos reales no definibles, ni aprehensibles del todo, a través de esos seres misteriosos que llamamos estudiantes, me llevan a plantear la posibilidad abierta de las Instituciones Educativas no solo como “El reflejo de la Sociedad, sino como escenarios de proyección de las sociedades”, donde el rol del Maestro no se supedita a la transmisión y la salvación de una cultura, sino y la par –como lo pondría Calderón de la Barca- la opción de transformar la Cultura y por ende las sociedades a través de la educación.
La sociología de la Educación nos pone de manifiesto unos escenarios donde entran en juego la instancia natural de la vida social, las ideologías, el lenguaje, los procesos de comunicación, la cultura y sus implicaciones, todo en el marco del acto educativo –educación, poderes, ciencias, tecnologías- podríamos detenernos en esta reflexión sobre la Pedagogía acudiendo a las llamadas Ciencias de la Educación o a la Educación entendida como proceso, pero para la reconfiguración del Pensamiento Educativo-Pedagógico hemos de cifrar nuestros esfuerzos de racionalidad e intuiciones, en la Identidad que propende por el Método o los Métodos que abarcan una historia epistemológica de la Pedagogía, una recurrencia entendida como la jurisdicción crítica sobre el pretérito de un presente científico de la misma; asunto que nos pone a la vista la apertura a la ópera de la Ciencia como conjunto coherente de conceptos, como aquel discurso normado por su rectificación crítica a través de su historia, de su corto o largo devenir, de su futuro sido.
Ni hablar del objeto de estudio de la Pedagogía, objeto fragmentado, disperso no sólo por la calidad de sus elementos constitutivos, sino y ante todo por las ciencias o disciplinas que lo merodean (corrientes psicológicas, didácticas, administrativas y curriculares) que comprometen su comprensión en un solo objeto de investigación “La Educación” pero permeada por un sin número de consecuencias en la comprensión, toma de decisiones, conjeturas y abismos entre teorías y prácticas pedagógicas.
Me pregunto entonces: Si el objeto de estudio de la Pedagogía es la Educación ¿cómo es posible que la Pedagogía sea objeto de estudio de la Educación? ¿No es esto una trémula confusión? ¿Cómo es posible que la Ciencia y su Objeto de estudio, sean al mismo tiempo uno o lo contrario?
Entonces entra la voz que en otros formatos de trabajos se silencia –la ausente confesión del escritor, la mudeza insospechada de los informes estudiantiles que no quieren nombrar sus lucubraciones, sus sospechas, sus infidencias personales e incomprensibles; el vértigo que acompaña al delirante que trasnocha para entregar el informe a tiempo; yo, ya lo excedí, lo sobrepase, hoy es miércoles y el informe debía presentarlo el sábado pasado.
Me acompaña en la soledad de la construcción vital, el ímpetu de mis ocupaciones, mis preocupaciones y mi permanente insistencia en la… elongación de lo que cada uno es; transgredir lo que cada uno deja entrever, por lo cual, cada quien abarca un área abierta donde yo sé lo que soy y los otros saben de mí. Pero eso no es todo; existe aquella área donde me oculto, lo que los otros no saben de mí y yo bien sé lo que soy; y aun así no es suficiente pues acontece el área oscura, donde yo no sé de mí, pero los otros leen de mí, sin yo sospecharlo. Finalmente el área ciega, aquella donde habitamos en la perplejidad que rompe la linealidad del tiempo; ni yo sé de mí, ni ustedes pueden interpretar.
Excurso, insondable manifestación de quien se expone, antes de exponer; de aquel que corrompe toda linealidad en la espiral que avanza indiferente, sin temor y con sensatez se compone de líneas circulares que no terminan de redondearse, pues lo acompaña su devenir histórico, personal, inquieto, insoportable; tanto para quien lee, como para quien escribe, pero abrumador y aterrador como saciable de entredichos, de aquel que se promete a sí mismo, no hacer trabajos para la Universidad, ni para los profesores, pero si, para sí mismo, para la comprensión y refinamiento de las búsquedas permanentes, que con o sin especialización acontecen, sin ninguna pretensión en la nota, en la notificación del permiso. Prefiero esperar y ofrecer un perdón, que pedir permiso.
Amos Comenio, Pestalozzi, Herbart, Claporade, saber pedagógico, metodologías, historia, investigación. El saber se adquiere por la regularidad de una práctica, por la apropiación –y yo digo, también por la expiación-. Los discursos, la cientificidad, la educación como objeto; las formaciones discursivas, no son siempre ciencia, ni disciplinas científicas –Rafael Flórez, Libaneo, Durkheim, Foucault- La arqueología de las cosas, de la Pedagogía, del Poder, del Delirio, de los delincuentes, de lo asocial, de lo amoral.
¿Qué es esto señor profesor rural? Me preguntarán mis pares y mis impares; ¿Cómo se le ocurre nombrar sin ahondar en lo nombrado? O peor ¿Cómo se le ocurre nombrar lo innombrable en un intento de discurrir sobre lo nombrable?
Pero mi intento intelectual por cifrar lo dicho, no es pretencioso. Solo quiero, excurrir y no discurrir. Me niego a decir lo que esperan y sí al menos, nombrar ni siquiera lo dicho; aquello que merodeaba mis dendritas en medio de la clase, lo que me callaba, lo que olfateaba cual Jean Batista Grenoule en su perfume asesino, en su intento por capturar la esencia de las cosas sutiles e imperceptibles para la formalización de lo acontecido, de la cátedra cifrada en artilugios y fórmulas escriturales de la contemporaneidad de los escritos estudiantiles y universitarios que propenden por sacar buenas notas –con su venia, mi señor Magister de la Universidad de Antioquia; con su permiso y luego su perdón-.
La Pedagogía debe regular los procesos de la educación-cuerpo-objeto. Objeto que no es científico, es entendido como saber. Objeto formación.
La crisis aconteció en clase, gracias a su forma de ir llevándonos por los caminos insondables de la reflexión, de sus apuntes.
Aquí vale la pena decir que es primera vez en cuya situación académico-intravenal-controversible-abierta y sensata- usted, señor profesor, apuntaba nuestras apreciaciones, nuestras dudas, nuestras incomprensiones, nuestros náufragos pensamientos, como si fueran insumos, primero soportables a su oído, luego a su paladar y posteriormente a sus disertaciones- Gracias en nombre del colectivo.
Me quedan cuatro páginas señor profesor. Estoy mamado, cansado, son las 12:48 minutos y contando de este escrito taciturno y sensato. No voy a escribir más. Mis compañeras y compañeros, si no estoy mal, todos entregaron el escrito antes y si no, en la fecha exacta. Yo no pude. Disculpe usted. No tengo excusas y si las tengo, no las tengo. Solo decirle, que si vos Juan Pablo Suárez, llegás a leer este texto en excurso, yo no tengo más que agradecimientos por su tiempo, en medio de sus ocupaciones.
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